Pese a que hace años que se utilizan, las contraseñas están lejos de desaparecer y siguen siendo la clave para defender nuestros documentos de personas extrañas. Por más que anotarlas y tratar de recordarlas sea molesto, o que tengamos que cambiarlas de forma regular por miedo a que alguien las descubra, lo cierto es que al día de hoy las contraseñas alfanuméricas son uno de los pilares a la hora de proteger nuestra privacidad de los mirones y piratas informáticos.
Lo primero que hay que saber es que no hay a la vista ninguna herramienta que pueda superar el nivel de personalización y seguridad que ofrecen las contraseñas. Un punto importante a tener en cuenta es que muchos usuarios usan una contraseña igual en todos los servicios. Esta es una mala costumbre ya que hace más sencillo el ataque de un hacker, que una vez que descubrió la contraseña puede intentar usarla en otros servicios donde se pueda haber registrado.
Redes sociales como Facebook que tienen millones de usuarios conectados todo el tiempo, compartiendo información y con perfiles públicos hacen que a veces los usuarios revelen información que puede servir para descubrir sus contraseñas.
De momento una de las alternativas de mayor peso en seguridad informática es la de la identificación en dos pasos. El punto negativo es que lleva más tiempo y además la sincronización con dispositivos móviles convierte a Android y a iOS con jailbreak en una amenaza.
Si los hackeres han tenido acceso a nuestro móvil a través de aplicaciones no firmadas puede que obtengan información personal y si recibimos un PIN de confirmación, por ejemplo, quizás esté llegando también a los piratas informáticos.
¿Y entonces, que alternativas hay a las contraseñas clásicas? De momento, ninguna. Pero más allá de eso, lo importante es conservar nuestras contraseñas a resguardo, hacerlas lo más difíciles de detectar posibles y no dar información en nuestros perfiles que delate nuestra elección de un código alfanumérico.