La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido con fuerza en la vida cotidiana, ofreciendo herramientas que prometen revolucionar la productividad y la creatividad. Sin embargo, detrás de esta tecnología aparentemente mágica se esconde una realidad que pocos conocen: el uso masivo de datos personales y sus implicaciones para la privacidad.
Los grandes modelos de lenguaje, como GPT-4, que cuenta con 1,78 billones de parámetros según estimaciones del experto George Hotz, requieren cantidades ingentes de información para funcionar. Esta información no solo proviene de fuentes públicas, sino también de las interacciones de los usuarios con plataformas como ChatGPT o Dall-E. Pero, ¿qué ocurre realmente con los datos que compartimos con estas herramientas?
1. Los almacenan
Cuando un usuario interactúa con una plataforma de IA, sus datos suelen ser almacenados en bases de datos propiedad de las empresas desarrolladoras, como OpenAI, Google o Microsoft. Estos datos son utilizados para analizar el rendimiento de la herramienta, detectar fallos y mejorar su funcionamiento. Aunque los términos de uso advierten de esta práctica, pocos usuarios los leen.
En la Unión Europea, el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) permite a los ciudadanos solicitar el acceso o la eliminación de sus datos. Sin embargo, en el caso de plataformas desarrolladas fuera de Europa, que no están sujetas a esta normativa, el proceso se complica significativamente.
2. Los usan para entrenar nuevos modelos de IA
Los datos compartidos por los usuarios no solo se almacenan, sino que también se utilizan para entrenar nuevos modelos de IA. Estos modelos, compuestos por miles de millones de parámetros, dependen de información real para mejorar su precisión y eficacia.
Google, por ejemplo, ha reconocido que puede utilizar cualquier dato compartido públicamente en internet para mejorar sus sistemas de IA. Esto significa que información sensible, como direcciones o credenciales, podría terminar siendo utilizada para entrenar futuros modelos, apareciendo incluso en respuestas generadas para otros usuarios.
3. Una vez utilizados, es casi imposible eliminar datos de un modelo de IA
Uno de los mayores riesgos de compartir información con plataformas de IA es la dificultad para eliminarla una vez que ha sido utilizada. Aunque las empresas pueden borrar los datos de sus bases de datos, la naturaleza de los modelos de IA hace que esta información pueda seguir influyendo en sus respuestas.
En el caso de desarrolladores que no cumplen con el RGPD, ni siquiera existe la posibilidad de solicitar la eliminación de los datos, lo que aumenta el riesgo de que información sensible permanezca en el sistema indefinidamente.
4. Pueden caer en manos de terceros
Cuando los datos personales forman parte de un modelo de IA, no solo están en manos de la empresa desarrolladora, sino que también pueden ser accesibles para terceros. Esto incluye desde empresas que utilizan la información para fines publicitarios hasta cibercriminales que podrían explotarla para cometer fraudes o ataques.
Investigaciones recientes han demostrado que herramientas como ChatGPT pueden filtrar información privada, exponiendo a los usuarios a riesgos de ciberseguridad. Este problema se agrava cuando los datos caen en manos de actores malintencionados, que podrían utilizarlos para estafas o suplantación de identidad.
Conclusión
La inteligencia artificial ofrece oportunidades sin precedentes, pero también plantea serios desafíos en materia de privacidad y seguridad. Los usuarios deben ser conscientes de los riesgos que implica compartir información con estas plataformas y tomar medidas para proteger sus datos. Mientras las regulaciones intentan ponerse al día con los avances tecnológicos, la responsabilidad final recae en cada individuo.
En un mundo donde los datos son el nuevo oro, conocer cómo se utilizan y quién puede acceder a ellos es más importante que nunca. La próxima vez que interactúes con una herramienta de IA, recuerda: tus datos podrían tener un destino que no imaginabas.